"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 5, 17-26
Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos
fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de
Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para
sanar. Llegaron entonces unas personas trayendo a un paralítico sobre
una camilla y buscaban el modo de entrar, para ponerlo delante de Jesús.
Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a
la terraza y, desde el techo, lo bajaron por entre las tejas con su
camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al
ver la fe de ellos, Jesús le dijo: "Hombre, tus pecados te son
perdonados". Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse:
"¿Quién es éste que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino
sólo Dios?". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es
lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados están
perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo
del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados ?dijo
al paralítico? a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu
casa". Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y
se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y
glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: "Hoy hemos visto cosas
maravillosas".
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