"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 4, 1-13
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue
conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio
durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de
ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de
Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús le
respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante
todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el
esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a
quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a
él solo rendirás culto". Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo
puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará órdenes a sus
ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus
manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Pero Jesús le
respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Una vez
agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta
el momento oportuno.
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