"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 6, 1-6
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el
sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo
escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué
sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se
realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María,
hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no
viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de
escándalo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su
pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún
milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y
él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de
los alrededores, enseñando a la gente.
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