"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mt 20, 17-28
Mientras Jesús subía a Jerusalén, llevó consigo a los Doce, y en el
camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va
a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo
condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de
él, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará". Entonces
la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus
hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le
preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu
Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que
piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?".
"Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán
mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca
a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha
destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra
los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que
los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen
sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera
ser el primero, que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no
vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por
una multitud".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario