Nació
en épocas de consolidación de la Iglesia en el Imperio Romano. La
información acerca de la primera parte de su vida es escasa, pero varios
son los historiadores que lo mencionan, por lo que podemos considerar
que los datos acerca de su vida son verídicos.
Alejandro se distinguió por su labor sacerdotal en la Iglesia de
Alejandría desde que su patriarca era Pedro, quien ya había excomulgado a
Arrio en el año 300. Pero Alejandro logró que su sucesor, Aquillas, lo
volviera a admitir en la diócesis. Esto nos habla de cierta amistad
entre él y Arrio, aunque terminarían siendo enemigos.
Aquillas
falleció prematuramente, y en 313 San Alejandro fue designado Patriarca
de Alejandría. Sentía cierta predilección por los ermitaños, pues se
entregaban a Dios en soledad. Y mandó construir una iglesia dedicada a
San Teonás, la mayor de las construidas hasta entonces en Alejandría.
A partir de 318, sin embargo, Arrio fortalece sus ideas heréticas, que
consistían en decir que sólo hay un Dios, indivisible, y negando por
tanto la naturaleza divina de Cristo. Alejandro fue el primero en
advertir los peligros que estas ideas entrañaban. Por lo tanto organizó
un sínodo en el que Arrio debía de explicar su conducta.
Al ser
Arrio incapaz de hacerlo, en el primer concilio de Nicea, en 325,
Alejandro consigue unir a todos los obispos para condenar firmemente el
arrianismo. A su muerte, esta lucha sería continuada por su pupilo y
sucesor, San Atanasio.
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