"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Jn 5, 1-3a. 5-18
Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a
la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en
hebreo "Betsata", que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía
una multitud de enfermos, ciegos, lisiados y paralíticos. Había allí un
hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo
tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le
preguntó: "¿Quieres sanarte?". Él respondió: "Señor, no tengo a nadie
que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse;
mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma
tu camilla y camina". En seguida el hombre se sanó, tomó su camilla y
empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que
acababa de ser sanado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu
camilla". Él les respondió: "El que me sanó me dijo: 'Toma tu camilla y
camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma
tu camilla y camina'?". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había
desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo
encontró en el Templo y le dijo: "Has sido sanado; no vuelvas a pecar,
de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a
decir a los judíos que era Jesús el que lo había sanado. Ellos atacaban a
Jesús, porque hacía esas cosas en sábado. Él les respondió: "Mi Padre
trabaja siempre, y yo también trabajo". Pero para los judíos ésta era
una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que
se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.
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