"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Jn 5, 17-30
Jesús dijo a los judíos: "Mi Padre trabaja siempre, y yo también
trabajo". Pero para los judíos ésta era una razón más para matarlo,
porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios,
llamándolo su propio Padre. Entonces Jesús tomó la palabra diciendo:
"Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente
lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el
Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le
mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.
Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo
el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: Él
ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo
como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo
envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en Aquél que me
ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya
ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y
ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los
que la oigan, vivirán. Así como el Padre tiene la vida en sí mismo, del
mismo modo ha concedido a su Hijo tener la vida en sí mismo, y le dio
autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre. No se asombren:
se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y
saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la
Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo
hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es
justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de Aquél
que me envió".
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