"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Jn 8, 1-11
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo
el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los
escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido
sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a
Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú,
¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder
acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con
el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "Aquél de ustedes que
no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose
nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos
se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús
quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le
preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?".
Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno ?le dijo
Jesús?. Vete, no peques más en adelante".
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