"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 11, 14-23
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el
demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero
algunos de ellos decían: "Éste expulsa a los demonios por el poder de
Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba,
exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus
pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la
ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo,
¿cómo podrá subsistir su reino? Porque ?como ustedes dicen? Yo expulso a
los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con
el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de
ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo
expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino
de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace
guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si
viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que
confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y
el que no recoge conmigo, desparrama".
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