"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 18, 9-14
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los
demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para
orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba
así: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que
son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis
entradas". En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se
animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador! Les
aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el
primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla
será elevado.
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