San
Esteban Harding vivió entre los siglos XI y XII. Nacido en Inglaterra,
de padres ricos y nobles, se educó con los monjes en el condado de
Dorset. Al salir de la abadía, viajó a Escocia, a París y a Roma. Vuelto
a Francia con un amigo, en Lyón tuvo noticias del monasterio
benedictino de Molesmes, fundado por san Roberto en 1076, en Langres. Se
encontró allí con el fundador y con
Alberico, con quienes más adelante había de fundar la orden del Císter.
Los tres tenían el mismo ideal: consagrarse a la oración, la penitencia y
la pobreza. Unos pocos hombres se les habían unido, formando una
comunidad. Con la tala de algunos árboles habían erigido un oratorio y
con ramas, unas cabañas para descansar. Comían hierbas y raíces y se
sentían contentos en la pobreza más extrema.
Con el tiempo, el
espíritu ascético de la comunidad fue decayendo. Roberto, Albernico y
Esteban, y algunos más, abandonaron Molesmes y erraron, buscando un
sitio desierto, hasta llegar a la aldea de Citeaux, cerca de Dijon,
donde encontraron un espeso bosque. Allí se afincaron; levantaron
algunas chozas para alojarse y construyeron una capilla, que dedicaron a
la Virgen. En 1098, el 21 de marzo, día entonces de san Benito, quedó
fundada la orden del Císter (que es el nombre castellano de Citeaux).
Roberto fue el abad, Alberico el prior y Esteban el subprior. Pero un
año más tarde Roberto regresó a Molesmes, llamado por los monjes, y
Alberico murió poco después. De tal modo Esteban lo sucedió como abad.
Pero fue tan exigente que las vocaciones disminuyeron.
Inesperadamente le llegó un providencial auxilio. Unos treinta jóvenes
se acercaron al monasterio; querían ser admitidos como novicios; los
dirigía un joven noble borgoñón, de nombre Bernardo, y los demás eran
amigos y parientes suyos.
A partir de este momento, la orden
cisterciense tuvo un pujante desarrollo. De todas partes afluyeron
postulantes con ansias de penitencia y sacrificio. Gentes de distintas
condiciones y estados fueron golpeando las puertas de la abadía. Se
multiplicaron las fundaciones: Pontigny, Morimond, Claraval ...
En 1119 dependían de Citeaux y Claraval nueve abadías, y ese mismo año
san Esteban promulgó la Carta de caridad, que reglamenta la vida de la
orden cisterciense. Las abadías debían estar fuera de los centros
urbanos y ofrecer una imagen de pobreza y sencillez; no tendrían otras
tierras que las que pudiesen explotar, y la única ocupación que podían
tener los monjes eran la oración y el trabajo manual; sus conocimientos
se ceñirían a lo necesario para el sacerdocio. Se suprimiría todo ornato
y magnificencia en el culto y los monjes se abstendrían de poseer
propiedades o rentas; la comunidad debería sostenerse con el trabajo
propio.
A pesar de todas estas restricciones, los cistercienses
se vieron obligados, por los problemas de la Iglesia y del siglo, a
salir de los claustros, para combatir la herejía, para predicar en los
países eslavos, para mediar en la lucha entre el Papado y el Imperio,
para abogar las cruzadas. Casi ciego, Esteban murió en 1134.
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