Desde todos los dolores de la vida
venimos a ti, Santa María de la Soledad,
Madre nuestra,
para encontrar en ti y en tus dolores
el consuelo y la fortaleza
de quien ha creído como creíste tú.
Míranos, Madre,
con tus ojos misericordiosos.
Mira nuestra soledad,
mira tanta soledad doliente,
mira a las viudas y a los huérfanos,
mira a las abandonadas,
mira a los pobres de este mundo.
Reúnenos en fraternidad
y haznos comprender; contemplando,
el misterio de su santa soledad:
amar es siempre perder para ganar,
y la cruz es la llave del gozo.
Amén.
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