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Fiesta de la Santísima Trinidad

El domingo después de Pentecostés se dedica a la Santísima Trinidad.
El domingo de la Santísima Trinidad es de institución relativamente tardía, pero fue precedido por siglos de devoción al misterio que celebra. Tal devoción arranca del mismo Nuevo Testamento. En 1334, el papa Juan XXII la introdujo como fiesta de la Iglesia universal.
“La Trinidad” es el término empleado para designar la doctrina central de la religión cristiana: la verdad de que en la unidad de la Divinidad, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, que son verdaderamente distintas una de la otra.
Por la revelación del Nuevo Testamento, lo que existe de hecho es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios es Trinidad. Dios es la comunión de los divinos tres. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se aman de tal manera y están tan interpenetrados entre sí que están siempre unidos. Lo que existe es la unión de las tres divinas personas. La unión es tan profunda y radical que son un solo Dios.
Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Santísima Trinidad es ciertamente un misterio. Durante siglos la enseñanza de la Iglesia ha acentuado la unidad del ser. Así se hacía también en la catequesis popular. Una oración popular irlandesa, traducida por Tomás Kinsella, ilustra esta idea:
Tres pliegues en una sola tela,
pero no hay más que una tela.
Tres falanges en un dedo,
pero no hay más que un dedo.
Tres hojas en un trébol,
pero no hay más que un trébol.
Escarcha, nieve, hielo...,
los tres son agua.
Tres personas en Dios
son asimismo un solo Dios.

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