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Fiesta de Todos los Santos

La Iglesia, que durante el año sólo pudo honrar determinadamente a algunos de sus hijos más preclaros, quiere recordar hoy a todos los millones de justos, que fueron sencillos fieles en la tierra y ahora están en el cielo. No existe estado alguno de la vida en el que nadie se haya santificado. Y todos los santos se santificaron, precisamente, en las ocupaciones de su estado y en las circunstancias ordinarias de su vida. Entre ellos están muchos parientes, amigos y conocidos, a quienes van dirigidos los cultos de la solemnidad de hoy.
Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.
Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.

Señor Jesús: que cada uno de nosotros logremos formar también parte un día en el cielo para siempre del número de tus santos, de los que te alabaremos y te amaremos por los siglos de los siglos. Amén.

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