"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 19, 11-28
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente
pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. Les
dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la
investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y
les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas
producir hasta que yo vuelva". Pero sus conciudadanos lo odiaban y
enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: "No queremos que
éste sea nuestro rey". Al regresar, investido de la dignidad real, hizo
llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo
que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus
cien monedas de plata han producido diez veces más". "Está bien, buen
servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el
gobierno de diez ciudades". Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus
cien monedas de plata han producido cinco veces más". A él también le
dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades". Llegó el otro y le dijo:
"Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en
un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que
quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has
sembrado". Él le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal
servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo
que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi
dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con
intereses". Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y
dénselas al que tiene diez veces más". "¡Pero, señor, le respondieron,
ya tiene mil!". Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no
tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no
me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia".
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a
Jerusalén.
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