El año 614, Cosroes II, rey de los persas, invadió Jerusalén, quemó las iglesias y mató a gran cantidad de habitantes.
Ocho
años después, al retirarse los persas, aparece el monje Modesto,
superior del monasterio de Duaks, quien logró avivar la fe de los
cristianos de Tiberíades, Tiro y Damasco quienes aportaron el dinero
necesario para reconstruir los templos de Jerusalén.
Hasta su
muerte el año 634, Modesto, obispo y Patriarca de Jerusalén, se dedicó a
reconstruir la iglesia de la Resurrección, el Santo Sepulcro, el de
Getsemaní o el Huerto de los Olivos y la Casa de la Última Cena, o
Cenáculo y otras basílicas a las que les restituyó el esplendor que
tenían antes de la invasión.
Murió durante una de sus visitas pastorales y su cuerpo fue sepultado en la basílica del Martyrium.
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