Nació en Londres en 1118.
Por sus méritos, talentos y virtudes
llegó a ser el Gran Canciller de Inglaterra y obispo de Canterbury. Fue
uno de los más ilustres prelados benedictinos de la Edad Media.
El
rey Enrique II depositó en él su confianza y lo distinguió con su
amistad. Sin embargo, cuando este mismo rey pretendió sancionar medidas
lesivas de las libertades de la Iglesia, Tomás defendió con energía la
independencia de la Iglesia contra el cesaropapismo del rey. En 1164
rechazó la Constitución de Clarendon, que subordinaba la justicia
eclesiástica a la real.
"Como sacerdote de Cristo –declaró– de buen grado moriría mil muertes para defender la Iglesia de Dios".
Fue asesinado en la Catedral por orden del rey, el 29 de diciembre de 1170.
El papa Alejandro III en 1173 lo proclamó santo.
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