"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mt 2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos
magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está
el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en
Oriente y hemos venido a adorarlo". Al enterarse, el rey Herodes quedó
desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos
sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar
debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así
está escrito por el Profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente
no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti
surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel'". Herodes mandó
llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión
la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén,
diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y
cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle
homenaje". Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que
habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar
donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría
y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y
postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la
advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra
por otro camino.
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