Vivió en un periodo sumamente difícil en la historia de Francia: probablemente nació en el año 456, y murió en el 531.
Es
la época en que la Galia, ya meta de varias migraciones bárbaras –
convertidos mal al cristianismo, pues pasaron de la idolatría a la
herejía arriana – se convirtió en tierra de conquista de los Francos del
rey Clodoveo. A la conversión de estos contribuyeron la esposa
cristiana, Clotilde, venerada como santa, el obispo de Reims, San
Remigio, y San Eleuterio, elegido obispo de Tournai en el 484, cuando
Clodoveo había hecho de esta ciudad la capital de su reino, antes de
emprender la conquista de la región parisiense.
Aunque no poseamos
ningún documento históricamente seguro sobre la actividad de este santo
obispo y sobre su obra misionera, una biografía atribuida a San Medardo
cuenta muchas anécdotas de la vida de San Eleuterio y sobre sus
contactos con el rey pagano Clodoveo. EL mismo Medardo le predijo que un
día llegaría a ser obispo, pero esa profecía equivalía a un augurio de
vida difícil, incluyendo el martirio.
Los pueblos bárbaros, que de
las regiones orientales se iban trasladando hacia las verdes colinas de
Francia, no conocían otra autoridad sino la de su rey. Al obispo de
Tournai le correspondió la tarea de sembrar la palabra de Dios entre un
pueblo rudo e idólatra, los Francos, que en el 506 recibirán en masa el
bautismo, siguiendo el ejemplo de su rey, después de la victoria contra
los Alemanes de Tolbiac. Pero el honor de esta abundante mies le
corresponderá a San Remigio.
En la catedral de Tournai, meta de
numerosas peregrinaciones, reposan los restos de San Eleuterio, el
humilde e infatigable obrero del Evangelio, que tuvo como campo de
trabajo la nueva frontera del cristianismo, representada por los pueblos
bárbaros.
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