"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 24, 35-48
Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les
había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de
ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor,
creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están
turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy
yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como
ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era
tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a
creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer". Ellos le
presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de
todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les
decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la
Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos?". Entonces les abrió la
inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así
estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos
al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía
predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los
pecados. Ustedes son testigos de todo esto".
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