El mayor don en la vida es dar lo que tienes, no hay mayor amor que dar
la vida, lo mucho o poco que tengas; pero algo que tengamos que
compartir. Quien da más, más recibe. Los hombres creemos que guardando
lo que tenemos, lo haremos crecer; en la vida cristiana esto se llama
egoísmo, nos limita y no nos deja crecer.
Un día, un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una
gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y
confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni
máculas ni rasguños. De pronto, un anciano se acercó y dijo: Perdona
mi atrevimiento, pero, ¿por qué dices eso, si tu corazón no es ni
siquiera aproximadamente tan hermoso como el mío, o el de tantas otras
personas?
Sorprendidos la multitud y el joven, miraron el
corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba
cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y
éstos habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente
en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor.
Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.
El
joven contempló el corazón del anciano, y al ver su estado desgarbado,
se echó a reír. "Debes estar bromeando -dijo- compara tu corazón con el
mío... ¡El mío es perfecto! En cambio, el tuyo, es un conjunto de
cicatrices y dolor".
Es cierto -dijo el anciano- tu corazón luce
perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... "Mira, cada cicatriz
representa una persona a la cual entregué todo mi amor; arranqué
trozos de mi corazón, para entregárselos a cada uno de aquellos que he
amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he
colocado en el lugar que quedó abierto; de ahí quedaron los huecos. Dar
amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen
al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando, y alimentan
la esperanza que algún día -tal vez-, regresen y llenen el vacío que
han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente
hermoso?"
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por
sus mejillas; se acercó y le dio un pedazo de su corazón al anciano, de
igual manera hizo éste y le dio un pedazo de su corazón al joven.
Al
no haber sido idénticos lo trozos, se notaban los bordes y las uniones.
El joven miró su corazón, que ya no era perfecto, pero lucía
mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su
interior... y el amor de él en el corazón del anciano.
El joven sólo pudo reaccionar y decirle al anciano: "Si, en verdad ahora puedo ver lo hermoso que es tu corazón"
Y tu corazón... ¿cuántas cicatrices tiene?
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