"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 11, 11-25
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo,
como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente,
cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una
higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún
fruto, pero no había más que hojas, porque no era la época de los higos.
Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos".
Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en
el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él.
Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de
palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les
enseñaba: "¿Acaso no está escrito: "Mi Casa será llamada Casa de oración
para todas las naciones"? Pero ustedes la han convertido en una cueva
de ladrones". Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas,
buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el
pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus
discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra
vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose,
dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado".
Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si
alguien dice a esta montaña: "Retírate de ahí y arrójate al mar", sin
vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo
conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que
ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para
orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que
está en el cielo les perdonará también sus faltas".
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