Agustín de Canterbury es considerado uno de los más grandes
evangelizadores, al lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en
Alemania. Tiene el gran mérito de haber dirigido la evangelización de
Inglaterra.
Era superior del convento benedictino de Roma,
cuando el Sumo Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596
tratar de evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana.
Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de Agustín, que no se
acobardaba ante ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el
Papa lo envió con 39 monjes más a tratar de convertir a esos paganos
sajones.
Y sucedió que al llegar Agustín y sus 39
compañeros a la costa, donde se tomaba la embarcación para llegar a
Inglaterra, allí les contaron terribles barbaridades acerca de los
habitantes de esa isla, y los otros misioneros sintieron mucho miedo y
enviaron al santo a que fuera a Roma a contarle al Pontífice lo
peligroso que era esto que iban a emprender. Agustín fue a hablar con el
Papa, pero san Gregorio lo animó de tal manera, recordándole que Dios
les concedería la buena voluntad de aquellas gentes, que ya desde
entonces Agustín no se dejó desanimar por los temores.
En
Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa (que
después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les concedió a
los nuevos misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este los
recibió muy cariñosamente y les pidió que le enseñaran la religión, y
tanto le agradó que pronto se hizo bautizar y les regaló su palacio real
para que les sirviera de convento a los misioneros y les dio un templo
en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora la más
famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Canterbury.
El
rey dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la religión que
quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en la religión de
Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas gentes las enseñanzas de
Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se hicieron bautizar
10,000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban los que ocupaban
los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a
dos de sus mejores monjes a Roma a contarle al Sumo Pontífice tan
hermosas noticias, y el Papa en cambió le envió el nombramiento de
arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices y libros para las
celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas gentes recién
convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró muchísimo
ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un
simpático plan de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la
principal virtud del obispo Agustín era la docilidad a sus superiores,
le envió las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los templos de
los paganos, sino convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar con
todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas
cristianas. Por ejemplo ellos celebraban las fiestas de sus ídolos con
grandes banquetes en los cuales participaban todos. Pues hacer esos
banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º. Dividir el país
en tres diócesis: Canterbury, Londres y York.
Nuestro
santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le produjeron muy
buenos resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de toda la Iglesia
Católica de Inglaterra (Arzobispo Primado). En las reuniones sobresalía
entre todos por su gran estatura y por su presencia muy venerable que
infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía
frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma pidiéndole
consejos en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le escribía
ciertas advertencias muy prácticas como estas: "Dios le ha concedido el
don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a
muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo
estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir
orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero
tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con
los milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan
cristianos católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás, porque
entonces le estaría robando a Dios el honor y la gloria que sólo El se
merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen milagros ni hablan
hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido
estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y
más glorificado por las gentes". Mucho le sirvieron a Agustín estos
consejos para mantenerse humilde.
Después de haber
trabajado por varios años con todas las fuerzas de su alma por convertir
al cristianismo el mayor número posible de ingleses, y por organizar de
la mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en Inglaterra, San
Agustín de Canterbury murió santamente el 26 de mayo del año 605.
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