Nació en 672, en Crediton, en el condado de Devonshire, Inglaterra,
en el seno de una familia noble; su nombre de pila fue Winfrido.
El
futuro San Bonifacio estudió en un monasterio en Exeter. Más tarde tomó
el hábito benedictino en Nhutscelle, la actual Nursling. Fue maestro de
gramática y poesía, y autor de la primera gramática inglesa de la
lengua latina, así como de numerosos poemas. Sin embargo, cambió la
enseñanza para realizar su vocación de misionero.
Winfrido
realizó sus primeros intentos evangelizadores en Frisia, en los Países
Bajos, en 716, con poco éxito. Entonces el obispo de Utrecht, Wilibrodo,
lo envió en 718 a Roma con una embajada, para entrevistarse con el
papa, San Gregorio II. Al conocerlo, el pontífice le pone el nombre de
Bonifacio, y lo nombra apóstol evangelizador de los pueblos alemanes.
Así
regresó San Bonifacio con su comisión a lo que ahora es Alemania, pero
que entonces era una multiplicidad de autonomías y pueblos emparentados.
Viajó de Frisia a Turingia, realizando importantes conversiones entre
los sajones.
En Hessen derribó un enorme roble que los
locales consideraban sagrado. Al ver a San Bonifacio acometiendo el
tronco con el hacha, huyeron despavoridos, temiendo un castigo de sus
deidades, pero al ver que nada ocurrió escucharon dócilmente el mensaje
de Cristo.
Entre Hessen y Turingia San Bonifacio fundó la
importante abadía de Fulda, que sería eje de la vida religiosa en
Alemania durante la Edad Media.
En 732, el nuevo papa, San
Gregorio III, lo llamó a Roma, y en reconocimiento a sus servicios lo
nombró arzobispo y vicario papal al oriente del Reino de los Francos,
con la facultad de erigir obispados.
San Bonifacio comenzó
entonces su importante labor evangelizadora en Baviera y Sajonia,
fundando entre otros los obispados de Passau, Freising y Regensburg, y
estableciendo la sede de su arzobispado en Mainz.
De edad
avanzada San Bonifacio regresó a Frisia, donde su labor juvenil había
fracasado. La congregación religiosa de Dokkum se había reunido para
celebrar la Misa de Pentecostés, cuando una horda de bárbaros frisones
asaltó el lugar y pasó por la espada al medio centenar de fieles que se
encontraban ahí.
San Bonifacio se distinguió por su incansable labor evangelizadora. Fue canonizado por el papa Pío IX en 1855.
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