Escucha, Señor, nuestras súplicas
matinales y, con la luz de tu misericordia, alumbra la oscuridad de nuestro
corazón: que los que hemos sido iluminados por tu claridad no andemos nunca
tras las obras de las tinieblas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
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