Nació en 790, en Syracus, la actual Siracusa, en Sicilia, Italia, en el seno de una familia muy pudiente.
San
Metodio recibió una educación extraordinaria. Fue monje en la isla de
Chio y más tarde abad, antes de ser llamado a Constantinopla por el
patriarca San Nicéforo.
En esos años, el emperador de
Oriente León V “El Armenio” inició una persecución iconoclasta. Era una
época en que la Iglesia se debatía entre los partidarios de la adoración
de imágenes y los que rechazaban el culto a las imágenes, llamados
iconoclastas.
Cuando León el Armenio depuso al patriarca
Nicéforo en 815, San Metodio viajó a Roma, donde se manifestó a favor de
los iconos. Con la muerte de León V, cinco años después, el papa
Pascual I envió a San Metodio otra vez a Constantinopla a entrevistarse
con el nuevo emperador, Miguel II, en busca de diálogo y tolerancia.
Sin
embargo, la embajada sólo desató la ira de Miguel, quien lo mandó
azotar y encarcelar en la isla Antigoni, donde permaneció siete años,
hasta la muerte del emperador. Éste fue sucedido por Teófilo, hijo suyo.
A
pesar de la postura pro-romana de San Metodio, el emperador Teófilo,
quien prosiguió las persecuciones de su padre, lo llamó a su corte
debido a su amplísima cultura y refinada educación.
A su
fallecimiento en 842, su esposa, Santa Teodora, se convirtió en
emperatriz. Las persecuciones cesaron y la disputa se resolvía en favor
de la adoración de imágenes.
San Metodio, por su parte,
fue nombrado patriarca de Constantinopla (la actual Estambul, Turquía),
cargo que ejerció unos cuantos años hasta su muerte. Durante su
patriarcado se preocupó por resanar las heridas de la Iglesia y por
evitar un cisma.
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