San Pedro, “Crisólogo” de sobrenombre, obispo de Ravena y
doctor de la Iglesia, que, habiendo recibido el nombre del santo
apóstol, desempeñó su oficio tan perfectamente que consiguió capturar a
multitudes en la red de su celestial doctrina, saciándolas con la
dulzura de su palabra. Su tránsito tuvo lugar el día treinta y uno de
este mes en Imola, en la región de la Emilia Romagna (c. 450).
San
Pedro, quien fue uno de los oradores más famosos de la Iglesia
Católica, nació en Imola, Italia y fue formado por el Obispo de esa
ciudad Cornelio, por el cual conservó siempre una gran veneración. El
Obispo Cornelio convenció a San Pedro de que en el dominio de las
propias pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la verdadera
grandeza, y que este es un medio seguro para conseguir las bendiciones
de Dios.
San Pedro gozó de la amistad del emperador
Valentiniano y de la madre de éste, Plácida, y por recomendación de los
dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena. También gozó de la amistad del
Papa San León Magno.
Cuando empezó a ser arzobispo de
Ravena, había en esta ciudad un gran número de paganos. Y trabajó con
tanto entusiasmo por convertirlos, que cuando él murió ya eran
poquísimos los paganos o no creyentes en este lugar.
A la
gente le agradaba mucho sus sermones, y por eso le pusieron el
sobrenombre de crisólogo, que quiere decir, el que habla muy bien. Su
modo de hablar era conciso, sencillo y práctico. La gente se admiraba de
que en predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las verdades
más importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien
preparados y cuidadosamente redactados. Por su gran sabiduría al
predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa
Benedicto XIII.
Recomendaba mucho la comunión frecuente y
exhortaba a sus oyentes a convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento
de todas las semanas.
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