Estos
dos santos han sido, junto con San Lucas, los patronos de los médicos
católicos. En oriente los llaman "los no cobradores", porque ejercían la
medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres. Lo único que les
pedían era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de
Jesucristo y de su Evangelio.
Lisias, el gobernador de Cilicia,
se disgustó mucho porque estos dos hermanos propagaban efectivamente el
cristianismo. Trató inútilmente de que dejaran de predicar, y como no
lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó
sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las
llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que
los querían atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les
cortaran la cabeza. Finalmente, derramaron su sangre por proclamar el
amor al Divino Salvador.
Junto a la tumba de los dos hermanos
gemelos, empezaron a obrarse milagrosas curaciones. El emperador
Justiniano de Constantinopla, padeciendo de una grave enfermedad, se
encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente.
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