"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 10, 25-37
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en
ella?". Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu
prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús;
obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para
justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi
prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre
bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo
despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de
largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero
un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se
conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con
aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un
albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y
se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes
de más, te lo pagaré al volver'. ¿Cuál de los tres te parece que se
portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo
compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y
procede tú de la misma manera".
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