“¿Por qué hay una fuerte ola de secularización, una tormenta de
antipatía o sencillamente una fría indiferencia hacia la Iglesia en
algunas partes del mundo, que requieren una nueva ola de programas de
evangelización?”
La nueva evangelización exige una nueva
humildad. El Evangelio no puede prosperar con el orgullo. Cuando el
orgullo se infiltra en el corazón de la Iglesia, la proclamación del
Evangelio
sale perjudicada.
La tarea de la nueva evangelización debe
comenzar con un profundo sentido de admiración y veneración por la
humanidad y su cultura. La evangelización se ha visto perjudicada por la
arrogancia de sus mensajeros, que la siguen impidiendo. La jerarquía
debe rehuir la arrogancia, la hipocresía y la intolerancia. Debemos
castigar a quienes entre nosotros se han descarriado en lugar de
encubrir sus errores.
Somos humanos en medio de nuestro rebaño
humano. Toda nuestra belleza y santidad se la debemos a Dios. Esta
humildad nos hará nuevos evangelizadores, más creíbles. Nuestra misión
es proponer humildemente y no imponer con arrogancia.
En segundo
lugar, la nueva evangelización debe hacerse mediante nuevos santos y
esos santos debemos ser nosotros. La gran pobreza que sufre el mundo
actual es la pobreza de los santos. Tanto si procedemos de países del
Primer
mundo como del Tercer mundo, todos estamos buscando modelos en los que
inspirarnos y a los que emular. Nuestros jóvenes necesitan modelos en
los que inspirarse.
Necesitan héroes vivos que inflamen sus
corazones y despierten su entusiasmo por conocer a Jesús y amarlo.
Nuestra experiencia en el Tercer mundo me dice que el Evangelio
se puede predicar a quien tiene el estómago vacío, pero sólo si el
estómago del predicador está vacío como el de sus parroquianos.
Por
último, la nueva evangelización debe ser una llamada a una nueva
caridad. Seremos portadores creíbles de la alegría del Evangelio si la
proclamación va acompañada de su hermana gemela: la caridad. La caridad
de Jesús coincide con el don de sí mismo. La caridad de la nueva
evangelización debe ser el don de Jesús.
La nueva evangelización necesita una nueva
humildad; una renovación en santidad y un nuevo rostro de caridad para que sea creíble y fructuosa.
( Mons. Socrates B. Villegas)
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