Desde nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza.
Desde nuestras comunidades, cada vez más
pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno.
Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos
atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza.
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