Hay momentos en que no sabemos por dónde ir. Los problemas avanzan y
crecen con el pasar del tiempo. La mente analiza posibles soluciones y
en cada una de ella encuentra dificultades más o menos serias.
Surge entonces en el alma un extraño deseo de rendirse. Sin alternativas viables, la parálisis está a la vuelta de la esquina.
Desde
la fe, sin embargo, es posible seguir en camino. Porque sabemos que más
allá de los problemas existe un Dios providente y bueno. Porque la
gracia puede iluminar hasta los corazones más oscurecidos. Porque el
amor rompe las barreras levantadas por el odio.
La fe verdadera
lleva a mirar más arriba y más lejos. Con Dios siempre hay alternativas.
Basta con descubrirlas desde la oración, con la fuerza que ofrece el
saber que Dios camina con su Pueblo, que ama a cada uno de sus hijos,
que está vivo y ha vencido al mundo,
que lo tocamos y lo vemos en el misterio de la Eucaristía.
El
mundo adquiere un tono distinto cuando lo miramos todo desde la fe. No
hay problemas sin solución, no hay caídas sin medicina, no hay pecados a
los que no pueda llegar la misericordia.
Cada existencia humana,
vivida con la fe de la Iglesia, que es la fe que nos llega del mismo
Jesucristo, adquiere una luminosidad y unas energías insospechadas.
Hoy
es un día lleno de esperanza. Los miedos quedan vencidos. Brilla, en lo
más íntimo del alma, la certeza que nace de la fe. Llega el momento de
poner manos a la obra. El "resto" (es decir, todo) queda puesto en las
manos de un Dios que nos ama personalmente y al que llamamos,
simplemente, Padre nuestro.
(P. Fernando Pascual LC)
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