Vivamos cada día como si fuera el único que tenemos para ofrecer a Dios,
procurando hacer las cosas bien, rectificando cuando las hemos hecho mal. Y un
día será el último y también se lo habremos ofrecido a Dios nuestro Padre.
Entonces, si hemos procurado vivir ofreciendo continuamente a Dios nuestra
vida, oiremos a Jesús que nos dice como al buen ladrón: "En verdad te
digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso".
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