"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mt 8, 5-11
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole:
"Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre
terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a sanarlo". Pero el
centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa;
basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo,
que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que
están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando
digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo,
Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he
encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que
muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con
Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos".
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