"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 4, 24-30
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les
aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro
que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante
tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a
todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a
una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos
en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue
sanado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que
estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron
fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que
se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando
en medio de ellos, continuó su camino.
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