Eran
dos hermanos que siguieron la profesión militar desde su juventud y
fueron criados en la religión cristiana. Eran hijos de otro militar
cristiano, San Marcelo.
Ambos murieron decapitados en Calahorra (España) durante la persecución del emperador Diocleciano, el año 304.
El poeta latino Prudencio les dedica numerosos elogios en un poema con
el título "Las coronas", y San Gregorio les consagra el capítulo 92 de
la obra: "A la gloria de los mártires".
Peristephanon
Algunas estrofas del Peristephanon Canto I, donde Prudencio, poco más de
siglo más tarde, aun lamentándose de que se hayan perdido las Actas del
martirio -quemadas, según dice, por sus perseguidores «para privarnos
del relato de un triunfo tan glorioso»- , celebra el triunfo de estos
testigos (entre paréntesis el número de estrofa):
«Es glorioso este género de muerte, digno de varones intachables:
entregar a la espada enemiga los miembros que han de ser consumidos por las enfermedades,
tejido de extenuadas venas, y vencer al enemigo con la muerte» (9)
«Hermoso destino sufrir el golpe hiriente de la espada del perseguidor:
noble puerta se abre a los justos a través de la ancha herida;
el alma purificada en la roja fontana sale del asiento del corazón» (10)
«No habían llevado antes una vida exenta de trabajo duro
los soldados a quienes Cristo llama a su milicia eterna;
su valor acostumbrado a la guerra y a las armas, se pone al servicio de la fe» (11)
«La cárcel retiene los cuellos enarcados en duros anillos,
el verdugo entrena sus manos fieras por toda la plaza,
la verdad pasa por crimen, se castiga la voz de la fe» (16)
«Aquí se enardecen los amados corazones de los dos hermanos,
a quienes siempre había tenido unidos una fiel amistad;
a pie firme están preparados para sufrir lo que la última suerte deparase» (18)
«Al decir esto, se ven envueltos los mártires en miles de suplicios;
una dura cuerda revuelta enlaza en sus nudos las manos de ambos y la argolla de acero
aprisiona en pesados anillos sus cuellos acardenalados» (24)
«¡Ay, viejo olvido de los tiempos pasados que no hablan!
Se nos niegan todos esos detalles y la misma fama se extingue,
pues el blasfemo funcionario nos arrebató hace tiempos las actas del proceso,
para que los siglos venideros, instruídos por esos libros,
fieles mantenedores de noticias, no esparcieran con sus dulces lenguas,
en los oídos de los hombres venideros, el desarrollo, la fecha y el modo divulgado del martirio.
Sin embargo estos viejos silencios sólo nos han privado de conocer
si los mártires vieron crecerles larga cabellera en continuas cadenas,
con qué tormento o más bien con qué magnificencia los adornó el verdugo» (25-27)
«El anillo de uno de ellos, simbolizando la fe, es arrebatado por una nube;
el otro da como prenda según cuentan, el pañuelo con que limpiaba su cara
ambas cosas arrebatadas por un aire celeste, penetran en el regazo de la luz» (29)
«El mismo Salvador nos concedió este bien para que gocemos de él
cuando destinó los cuerpos de los mártires a nuestra ciudad,
que ahora protegen a los habitantes que baña el Ebro.» (39)
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