San
Cirilo nació cerca de Jerusalem en el año 315, y fue Arzobispo de esa
ciudad durante 30 años, de los cuales estuvo 16 años en destierro. 5
veces fue desterrado: tres por los de extrema izquierda y dos por los de
extrema derecha.
Era un hombre
suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más
instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las
discusiones. Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido
y otra vez los del otro.
Aunque los de cada partido extremista
lo llamaban hereje, sin embargo San Hilario (el defensor del dogma de
la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el
defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera
amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo
llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que
niegan las verdades de nuestra religión".
Una de las
acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias
posesiones de la Iglesia de Jerusalem para ayudar a los pobres en épocas
de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos
en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los
pobres.
El emperador Juliano, el apóstata, se propuso
reconstruir el templo de Jerusalem para demostrar que lo que Jesús había
anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras
preparaban las grandes cantidades de materiales para esa
reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así
sucedió y el templo no se reconstruyó.
San Cirilo de Jerusalem
se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por
unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis". Son 18
sermones pronunciados en Jerusalem, y en ellos habla de la penitencia,
del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase.
Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y
habla bellísimamente de la Eucaristía.
En sus escritos insiste
fuertemente en que Jesucristo sí esta presente en la Santa Hostia de la
Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja:
"Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano
derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan
pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de
oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los
pedacitos de Hostia Consagrada".
Al volver de su último
destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalem llena de vicios,
desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las
gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a
las herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.
A los 72 años murió en Jerusalem en el año 386.
En 1882 el papa León XIII lo declaró Doctor de la Iglesia.
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