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SAN SIMPLICIO

San Simplicio nació en Tívoli (Italia), ejerció el papado de 468 a 483, y tuvo que tomar difíciles decisiones en torno a la relación entre la Iglesia y el Estado, y en las divisiones dentro de la propia Iglesia.

En 476, el caudillo ostrogodo Odoacro había depuesto al último emperador Orestes y enviado a su hijo Rómulo Augusto al exilio. También le hizo llegar las insignias imperiales a Zenón, el emperador de Oriente.

Ante el vacío de poder, San Simplicio se enfrentó a que Dióscoro, el patriarca de Alejandría, había pasado a ser partidario del monofisismo, herejía que promulga que Cristo sólo tenía naturaleza divina. Y al mismo tiempo Odoacro, y su sucesor Teodorico, defendían el arrianismo, herejía que sostiene que Cristo solamente tenía naturaleza humana.

En el centro de la controversia, San Simplicio se mostró como firme defensor de los postulados católicos, y también salvó de la destrucción numerosas obras de arte en Roma.

Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a la Iglesia hubiera resultado imposible.

Las reliquias de San Simplicio se veneran en Tívoli, la ciudad donde nació.




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