El
Hijo de Dios se convirtió en el Cordero de Dios, la cruz se convirtió
en altar, y nosotros fuimos santificados por el sacrificio que Cristo
hizo una vez para siempre.
La deuda fue pagada. Lo que debía hacerse
se hizo. Hacía falta sangre inocente. Se ofreció sangre inocente, una
vez para siempre. Graba esas palabras en tu corazón: Una vez para
siempre.
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