Vivir la experiencia de dejarse encontrar por Jesús, dejarse transformar
por su amor, es una situación que genera una nueva forma de vivir.
Quien ha experimentado la presencia de Dios ya nunca será igual.
El Evangelio de hoy es esa invitación. Jesús no va a cualquier casa, él
entra en la del principal fariseo y lo invita a vivir esta realidad,
realidad que lo conduce a la apertura de los demás, y no de cualquiera,
sino de los más despreciados, a los que no iban a poder devolvérselo.
Este Evangelio es una muy buena ocasión para preguntarse sobre la
motivación, el interés, o qué buscamos con lo que hacemos. No basta
solamente tener una buena intención, los actos son los que señalan
nuestro obrar, y no son solamente nuestras obras, sino también lo que
nos mueve a hacerlo. Aquello de San Pablo: “aunque yo repartiera todos
mis bienes, si no tengo amor, no me sirve de nada”.
El
Evangelio será siempre una invitación primero para dar lo que se tiene,
pero no solamente eso, sino también será una continúa invitación a
darse, jugarse con aquel con quien se está colaborando.
La vida
cristiana es una constante entrega a la vida de los demás, porque es
ahí donde descubrimos la verdadera felicidad, que nos permite
experimentar el paso de Dios en nosotros. La vida cristiana es salirse
de sí mismo, es abrirse a nuevas realidades, hacia nuevos mundos, hacia
horizontes nuevos. Vivir la vida cristiana nunca será aburrido, porque
siempre nos dejará profundizar la belleza de una vida humana; vida
humana que no debe cerrarse, que no debe esconderse en mezquindad, en la
cortedad de la entrega; vida humana que ante el encuentro con
Jesucristo, el Dios hecho hombre, se ve transformada por un amor
transformante, sin diferencia, sin discriminación.
Qué bueno es
que en Dios y en su Palabra siempre estamos siendo motivados a más; qué
suerte que la monotonía o la rutina no caben en la vida cristiana.
El Evangelio es invitación y a la vez fuerza para hacerlo, siempre
estemos atentos a nuestras obras y la motivación que tenemos al
hacerlas.
(Pbro. Maximiliano Turri)
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