"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 2, 1-12
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la
casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante
de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un
paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a
él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde
Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el
paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico:
"Hijo, tus pecados te son perdonados". Unos escribas que estaban
sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre?
¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?".
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están
pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son
perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes
sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar
los pecados", dijo al paralítico: "Yo te lo mando, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa". Él se levantó en seguida, tomó su camilla y
salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a
Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".
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